Opinión │Josefina Almánzar.- En el mundo agitado en que vivimos hemos decidido olvidarlo todo quizás para aligerar la carga cotidiana, quizás por comodidad o simplemente por descortesía.
Es sorprendente ver cómo cada día nos vamos envolviendo en nuestras rutinas en el corre allí y allá, olvidándonos o dejando a un lado los detalles.
Esos simples detalles que transforman un día nublado en un día de sol resplandeciente, esos que transforman los rostros amargados en rostros sonrientes.
Hemos dejado de lado el simple gesto de dar las gracias a los demás, esa palabra tan cortita la hemos tirado al zafacón, la hemos sacado de nuestro diccionario cotidiano porque nos hemos creído que los demás tienen obligaciones y compromisos con nosotros y que esas obligaciones y compromisos crean deberes que no tenemos que agradecer.
Hemos llegado a considerar que la otra persona tiene que darnos, entregarnos sus detalles, sus favores por que sí y nosotros sólo estamos para recibirlos como reyes y reinas sin ningún tipo de agradecimiento.

Hemos dejado a un lado los modales básicos de las buenas costumbres y de la urbanidad. Con todo y lo que la humanidad ha vivido en estos últimos dos años de pandemia, nos resistimos aprender para avanzar y ser mejores humanos y humanas.
Las cortesías la mandamos de vacaciones y no queremos integrarlas a nuestra jornada diaria.
Hemos enfatizado las impuntualidades no sólo del tiempo-espacio sino también las emocionales. Y así seguimos viviendo, seguimos estando, olvidando no sólo los detalles sino lo que es más triste olvidándonos a nosotros y a nosotras, olvidando lo que somos y vinimos hacer a este, aun, hermoso planeta.
Ahora es mucho más fácil ver que contemplar y mucho más fácil corre que caminar porque así nos damos prisa y de paso nos seguimos ocultando, nos seguimos perdiendo, seguimos olvidándonos de que el agradecimiento es la llave que nos abre las puertas del finito y del infinito de todos los tiempos, nos hace ser humildes y en esa humildad nos glorificamos ante los ojos de eso que es superior a nosotros mismos en todos los planos de nuestra existencia terrenal.
Gracias, es la palabra clave, la llave de oro, úsala y encontraras las puertas.
La autora es abogada y docente universitaria.